jueves, 10 de septiembre de 2009

Animales enjaulados (Entre paréntesis)

Me mostraste una parte de ti, levantaste tu blusa hasta que tu ombligo (centro de mi universo) apareció bajo la mortecina luz de una lámpara de buró. Elevé mis dedos, tuve la intención de posarlos en aquel óvalo de piel rizada en tu vientre pero diste un paso hacia atrás, “aún no”, tu voz se sentía lastimera, me hirió (tan profundamente que no fue evidente).
Bajaste tu falda hasta que esta cayó indefensa al suelo, allá donde el demonio se deleitaría retozando su satánica lengua en tu prenda caída que aún conserva tu aroma (envidias diabólicas). Y yo simplemente en pié frente a ti, como el eterno centinela de Rodas, apunto de derrumbarse de deseo, de ansiedad, de locura, de ti, víctima de tu mirada dolorida, cual cervatillo huérfano frente al despiadado cazador.
“Espera”, me indicaste una vez más y detuve mis instintos, los encadené con mi voluntad, cada vez más endeble. Me sentí un poco como Sísifo, elevando mis deseos al inalcanzable cielo por cada prenda de la que te despojabas y con una sola frase me hacías caer estrepitosa y resignadamente.
Aún en tu torso quedaba tu sostén, y en tus caderas la nívea pantaletas, y mi frente sudaba agua ardiente. Uno a uno fui desabotonando mi camisa con la lentitud del gasterópodo. Y dejaste caer la cubierta de tus redondos, pequeños y bien formados pechos, debí usar la voluntad de mil hombres para quedarme en mi lugar. La redondez exacta, y el color apropiado de tu aureola, la Venus de mis delirios se presentaba ante mí, y no pude más que admirarla, y adorarla, quise caer de rodillas a tus pies y apretujar mi rostro contra tu vientre pero conocí tu respuesta incluso antes de que la dieras.
Finalmente te despojaste de la prisión de tus caderas. Frente a mí una visión de beldad se mostró cual epifanía celestial, el sudor de mi frente ardió y mis manos temblaron de incontenible emoción, no fui dueño de mi cuerpo por algunos instantes y quedé paralizado frente a tu hermosura, frente a tu total desnudez. “Estoy lista”, me susurraste (sonó como un lánguido murmullo), pero yo no estuve listo en ese instante y una maléfica idea tomó forma en mi mente.
“Aún no, espera”, te dije con malicia mientras despacio terminaba de desabotonar mi camisa, y aún faltaba la camiseta, el pantalón, el cinturón, la ropa interior, los zapatos, los calcetines y una dolorosa espera para ti, que seguías descubierta y vulnerable (cervatillo) ante mí (lobo).

1 comentario:

Ada Medina. dijo...

APRESAD A LAS BESTIAS,EVITAD QUE SALGAN A LA CALLE,EVITAD QUE ENCUENTREN EN SUS CUERPOS LO QUE EN LA VIDA ESTA.DETENED EL TIEMPO, DESTRUID LOS RELOJES QUE NADIE HAGA UN SOLO MOVIMIENTO,AL MENOS QUE NOS LO HAYAN SOLICITADO CON ANTERIORIDAD.NO DEJA QUE ELLOS DOS SE AMEN.