martes, 15 de julio de 2008

El vergel a oscuras


- ¡Que diferente es el ambiente campestre del agitado existir citadino! El aire se siente pulcro, liviano, casi imperceptible en los pulmones – decía el hombre de gafas oscuras a su interlocutor, al otro lado de la mesita de té, mientras agitaba un pitillo encendido con su mano en movimientos circulares – es por eso que aquí el cigarro se siente más, ¿cómo decirlo?, espeso.

- Le hacía falta venir – apenas contestó y sus labios quedaron sellados, como si tuviera prohibido decir más palabras.

El otro se levantó de su asiento, en medio de un amplio vergel donde los sonidos de las juguetonas aves dominaban el ambiente como el de los automóviles y el ajetreo común gobiernan en las metrópolis. El viento era verdaderamente ligero, como si fuese un suspiro apenas perceptible en la atmósfera. Al avanzar su mano tocó lo que parecían ser las hojas de alguna planta cercana. Con sus manos las acarició con ternura paternal. Sonreía y sus arrugas se acentuaban en rededor de su boca como pliegues de un telón recogido mostrando el espectáculo de una insospechada felicidad.
Siguió recorriendo suavemente las hojas hasta toparse con una estructura y consistencia muy diferente a la antes sentida. Era una suavidad considerable, que se disponía en orientación circular, casi espiral, de esta formación se desprendía un tenue aroma dulce y vegetal. “Una flor”, pensó mientras disfrutaba de su elixir que se diluía en el aire y encontraba refugio en su nariz, cual serpiente en madriguera ajena. Los recuerdos mordían su memoria añeja y sentía las caricias y la piel de su otrora amada que el tiempo había borrado de su vida. Recordaba la exagerada suavidad de su piel y el fresco aroma de sus cabellos. Pero no movían en él sentimiento alguno, todo era pasado conciente para él ahora.
El viento jugando con las hojas de los árboles y arbustos le sacó de sus anteriores cavilaciones. Se irguió cual centinela y agudizó su oído para disfrutar de esa maravillosa música que era el céfiro atravesando contra la encina. Sintió cosquillas en la espalda, los dedos, los pies, las rodillas, el vientre y la entrepierna. Era puro placer. Se llevó el cigarro a la boca y aspiró de este. Sus manos se quedaron inquieras, jugando con las nervaduras de las hojas de los setos, ásperas por la cara posterior y aterciopeladas por la cara anterior. Sus arrugadas manos temblaban de una sutil euforia.

- Su té se enfría – la voz del otro hombre aún sentado se escuchó atronadora, no por su gravedad o por su potencia, sino por la sorpresa que causó, por el cómo rompió aquel juego se sensaciones en el que el otro se encontraba sumergido.

- Déjalo enfriarse – el té le parecía venido a menos ahora. En aquel jardín, tantas veces paseó con ella de la mano, ella conduciendo sus pasos por las veredas formadas entre los setos y él sonriéndole sin percibirlo. Su voz melodiosa, como arpa en días estivales, aún resonando en los tímpanos de su memoria. No pudo evitar dejar escapar una sonrisa, como las que le dedicaba a ella y que ahora le pertenecían al recuerdo.

Apenas dicho lo anterior lo asaltó un arrepentimiento agudo, caminó con paso torpe y tembloroso rumbo a su taza de té, no para beberlo, sino, porque, de alguna insana manera sintió que tal vez su taza se sentiría ofendida si la dejaba sola. Así que se encaminó a ella como pudo, con sus torpes movimientos, aún plagados de un romanticismo intrínseco. Pero al dirigirse hacia allá chocó con la mesita y calló estrepitosamente al suelo y sus gafas salieron cual ave que apenas está aprendiendo el arte del vuelo. El otro se acercó a ayudarle.

- Debe tener más cuidado, Don Esteban, cuando camine por ahí, llévese su bastón para que no choque.

- Lo tendré en cuenta la próxima – mencionó el anciano con una sonrisa carismática, dirigiendo su apagada vista a donde creía que estaba el rostro de su compañero. Sus ojos estaban totalmente empañados de una blancura maligna que le impedía la visión. Pero nadie sentía mejor que él – pero por ahora, ¿serías tan amable de traerme mis gafas, Lizandro? imagino que volaron en esa dirección.

- Claro tío.

lunes, 7 de julio de 2008

Nine Inch Nails - And All That Could Have Been

Please
Take this
And run far away
Far away from me
...