sábado, 17 de septiembre de 2011

Fría... (breves y fugaces encuentros)


Tras la pregunta me acaricia. Sus dedos fríos tocan mi rostro con una ternura indescriptible. Álgidos y suaves como el mármol de madrugada. En su mirada una interrogación. No me atrevo a mirarle. No todavía. Hay perros que ladran en los alrededores. Y el sonido de lo que nos gusta llamar “el afuera” no interrumpe este instante.
Me vuelvo un extraño bajo su helado tacto. Y ella es solo la aparición repentina de un deseo. Me cuesta trabajo aceptar que está aquí a mi lado después de tanto tiempo. La mañana comienza a clarear. Por la ventana se cuelan unos rayos de luz que acarician sus mejillas incoloras.  Tiemblo. Mi mano tímida se mueve en dirección a su cuerpo. No consigo llegar a tocarla, su mano intercepta la mía. El frío de sus dedos estremece los míos. Ella es el frío de la mañana. Ella está realmente aquí justo cuando creí haberla olvidado.
—Tú, ¿me extrañaste también? —su voz suena como cristal rompiéndose.
—Más de lo que crees.
La beso. En sus labios el frío es aún más evidente. Su mano dirige la mía hasta su pecho. Su corazón late con un ritmo único. El ritmo sin descanso que consigue hipnotizarme. Cuelo mis dedos por entre su jersey, cual serpiente. Sangre fría que repta por su espalda. Deseo sentir su piel glacial que poco a poco se calienta bajo la influencia de mi tacto.
Su sangre se entibia bajo mis caricias. Sonríe, o solo es que parece sonreír.  Hacemos el amor mientras el sol traspasa los cristales de la ventana. Sus frías uñas laceran mi espalda cuando gime al final.
—¿Es esto lo que quieres? —pregunto mientras yace sobre mi pecho— ¿volver a esto?
—¿Es que tú no?
Y callamos el resto de la mañana. El silencio inunda la habitación, siento su respiración sobre mí. No recuerdo en qué momento me quedo dormido. Cuando abro los ojos, solo hay sábanas arrugadas haciéndome compañía en la cama. Las toco despacio. El frío de su cuerpo aún puede sentirse en la tela. Su aroma sigue fresco. Solo su aroma me queda. Se había ido. Otra vez.
Esta vez, estoy seguro de casi haber comprendido sus motivos.