—¡Daría mi brazo derecho por un cigarrillo! —dijo el hombre frente al hospital, luego de haber visitado a su madre enferma.
Y una mano le alargó una cajetilla para que tomara uno. Tenía su dueño una mirada suplicante, una sonrisa anhelante y el brazo derecho ausente.
Y una mano le alargó una cajetilla para que tomara uno. Tenía su dueño una mirada suplicante, una sonrisa anhelante y el brazo derecho ausente.
2 comentarios:
Sin duda el cambio valio la pena,y te aseguro que de volver a hacerlo este manco lo repetiria sin chistar.
Yo tambien quiero otro brazo.
Malditos vicios, que tonterias nos hacen decir.
Me quedo leyendote.
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