Tras la pregunta me acaricia. Sus dedos fríos tocan mi
rostro con una ternura indescriptible. Álgidos y suaves como el mármol de
madrugada. En su mirada una interrogación. No me atrevo a mirarle. No todavía. Hay
perros que ladran en los alrededores. Y el sonido de lo que nos gusta llamar “el
afuera” no interrumpe este instante.
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—Tú, ¿me extrañaste también? —su voz suena como cristal
rompiéndose.
—Más de lo que crees.
La beso. En sus labios el frío es aún más evidente. Su mano
dirige la mía hasta su pecho. Su corazón late con un ritmo único. El ritmo sin
descanso que consigue hipnotizarme. Cuelo mis dedos por entre su jersey, cual
serpiente. Sangre fría que repta por su espalda. Deseo sentir su piel glacial que
poco a poco se calienta bajo la influencia de mi tacto.
Su sangre se entibia bajo mis caricias. Sonríe, o solo es
que parece sonreír. Hacemos el amor
mientras el sol traspasa los cristales de la ventana. Sus frías uñas laceran mi
espalda cuando gime al final.
—¿Es esto lo que quieres? —pregunto mientras yace sobre mi
pecho— ¿volver a esto?
—¿Es que tú no?
Y callamos el resto de la mañana. El silencio inunda la
habitación, siento su respiración sobre mí. No recuerdo en qué momento me quedo
dormido. Cuando abro los ojos, solo hay sábanas arrugadas haciéndome
compañía en la cama. Las toco despacio. El frío de su cuerpo aún puede
sentirse en la tela. Su aroma sigue fresco. Solo su aroma me queda. Se había ido. Otra vez.
Esta vez, estoy seguro de casi haber comprendido sus
motivos.
1 comentario:
He vuelto a los comentarios y no puedo guardarlos de tus opiniones.Gracias por frecuentar mis escritos.
Hades.
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