Aventuras, accidentes, suertes, sueños, tristezas y desventuras de personas que no existen
sábado, 19 de noviembre de 2011
miércoles, 16 de noviembre de 2011
martes, 1 de noviembre de 2011
Encuentro y despedida... entre espinas
Las últimas tres horas la he estado esperando. La verdad es
que ya no estoy seguro de lo que espero. Una mirada suya, una palabra de sus
labios, una caricia de sus dedos ásperos, o simplemente que esté aquí.
Mi espera se vuelve cada vez más eterna, o solo cada vez más
irritante. Se me escapan las palabras y los pensamientos. Se vuelan los segundos
con alas de murciélagos disueltos en el
humo de mi tabaco (el último de la cajetilla). Y ella sigue sin aparecer. En
algún lugar cerca de nada que se parezca a mi hogar. El ruido de la calle se
mezcla con la idea de su persistente ausencia.
Una hoja de papel es arrastrada por un remolino. Es un
volante sobre una clínica clandestina en la que se practican abortos. Y yo la
veo danzar con la música que esta noche fría interpreta. La sigo con la mirada,
dando vueltas y vueltas. Su coreografía me hipnotiza. Ralentiza su caótico
vuelo y cae, abandonada por el viento. Cerca una mano la recoge, es su mano. Le
echa una ojeada y la coloca en un contenedor cercano. Hay en su mirada un dejo
de ausencia. Hay algo que ha perdido camino hacia acá. Me mira a los ojos
esporádicamente. Evita mi vista. El suelo es un mejor sitio al cual mirar. Le
duele verme.
La saludo con un hilo de voz. Por más que intenté sonar
potente, me ha sido imposible. Repito el saludo luego de aclarar mi garganta
con un disimulado carraspeo. Esta vez mi voz es más clara. Disimula su
estremecimiento. Me dirige una sonrisa (no, esa sonrisa no es para mí, sino
para el suelo, para el frío concreto bajo mis pies). Hay algo que la ha
abandonado. Algo difícil de saber. Difícil de apreciar.
Me acerco para abrazarla. “No” me dice. “Ya no”. Es eso,
ahora lo sé. Soy yo. He abandonado su mente, he sido expulsado de su cuerpo, de
su vida, de su corazón. El frío penetra mi carne. Ella habla. Habla de esto que
ya no siente, de esta amarga epifanía que ha tenido en la que ya no aparezco en
su vida. De cómo le duele saberme expulsado de su vida, pero que sabe que es lo
que necesita ahora. Una lágrima se enfría en su mejilla. Su mirada se posa
entonces en mí, finalmente. Pero ahora percibo esa vacuidad que mi ser le ha
dejado. Es honda y duele. Me dedica una sonrisa. Me ahogo en su mirada acuosa. Dice
“adiós”.
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Mientras se aleja, intento convencerme de que ha sido lo
mejor, de que todo tenía que pasar, de que estaré bien dentro de poco. Me
intento convencer de otras mentiras más, luego solo me dedico a sentir su ausencia.
Respiro.
“Te quiero”, susurro para mí mismo, con la duda de si miento
con estas palabras. Con la duda de si antes mentí. La colilla cae al suelo y la
ceniza salta roja de furia contenida.
Mi voz se pierde pronto en el silencio nocturno. Doy media
vuelta y me alejo de todo.
sábado, 17 de septiembre de 2011
Fría... (breves y fugaces encuentros)
Tras la pregunta me acaricia. Sus dedos fríos tocan mi
rostro con una ternura indescriptible. Álgidos y suaves como el mármol de
madrugada. En su mirada una interrogación. No me atrevo a mirarle. No todavía. Hay
perros que ladran en los alrededores. Y el sonido de lo que nos gusta llamar “el
afuera” no interrumpe este instante.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgoEe1KzgWX0_REldtelqwUKJEPpd5i4zg8kcDqXa479Z6p1TxyYDUvo2dzKGSj1p7TrlanOfSIT1B1CJqn8mKvFvTaDrUVAMjzP606CanRhsEsuzNQopmLMwH2pXShR6clzUdBV4txX4c/s320/tumblr_lqup14u35b1qd7tv8o1_500.jpg)
—Tú, ¿me extrañaste también? —su voz suena como cristal
rompiéndose.
—Más de lo que crees.
La beso. En sus labios el frío es aún más evidente. Su mano
dirige la mía hasta su pecho. Su corazón late con un ritmo único. El ritmo sin
descanso que consigue hipnotizarme. Cuelo mis dedos por entre su jersey, cual
serpiente. Sangre fría que repta por su espalda. Deseo sentir su piel glacial que
poco a poco se calienta bajo la influencia de mi tacto.
Su sangre se entibia bajo mis caricias. Sonríe, o solo es
que parece sonreír. Hacemos el amor
mientras el sol traspasa los cristales de la ventana. Sus frías uñas laceran mi
espalda cuando gime al final.
—¿Es esto lo que quieres? —pregunto mientras yace sobre mi
pecho— ¿volver a esto?
—¿Es que tú no?
Y callamos el resto de la mañana. El silencio inunda la
habitación, siento su respiración sobre mí. No recuerdo en qué momento me quedo
dormido. Cuando abro los ojos, solo hay sábanas arrugadas haciéndome
compañía en la cama. Las toco despacio. El frío de su cuerpo aún puede
sentirse en la tela. Su aroma sigue fresco. Solo su aroma me queda. Se había ido. Otra vez.
Esta vez, estoy seguro de casi haber comprendido sus
motivos.
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Sábanas y callejones,
Tormentas en copas de vino
martes, 17 de mayo de 2011
Raining inside & outside of you...
Sobre el murmullo de la lluvia alcanzo a escuchar tu voz. Cada gota golpeando nuestros cuerpos calientes parece formar una sinfonía de caída y muerte, de antigua sabiduría perdida, los gritos silenciosos de dioses climatológicos olvidados. El agua escurriendo por tu rostro, viajando por cada poro de tu piel, sin detenerse, es violenta y seductora. El rímel se corre por la lluvia que baja de tus ojos, por la lluvia que nace en tu mirada acuosa. Llueve en tu interior, más fuerte de lo que este cielo sobre nosotros puede hacerlo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfKsHpI2i4zceyQl823zINEFFHvGLAvdqQnLktfYpCeoACWRSFa7EeIfSYmZL20OBLaNKSCRWaeZxl019FlTKXJuiqEMLq6FKHZRp_F1D_gfkGdGjOXpEJUaMHmss_plwskQv_5jzv1aY/s320/5b12ba0.pjpeg.jpg)
El beso me hace olvidar que el agua corre entre mis calcetines, que el nivel de la corriente sube poco a poco, que a nuestro alrededor crece un río que lo arrastra todo, que la inundación es potencialmente cataclísmica. El beso es húmedo (más que el agua que escurre por nuestras pieles caldeadas), tú tiritas entre mis brazos.
Hay remanentes de culpa en mi forma de tocarte, he escuchado tu voz a pesar de la lluvia pero no he entendido tus palabras. Hay mística poesía en tu forma de besarme, y te aferras a mi cuerpo como para salvarte de la corriente que se fortalece a nuestros pies a cada segundo. Hay un segundo que deseo se extienda al infinito, que perdure congelado en el ámbar de mi memoria. Hay música a nuestro alrededor, la lluvia interpreta una bellísima y mortal pieza sinfónica que se vuelve más amenazante a cada segundo.
Y de pronto, la música cesa, ha escampado…
Pero en tu interior llueve, la tormenta no para, anega tu mirada…
domingo, 20 de marzo de 2011
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